jueves, 30 de mayo de 2013

BERKLEY MANOR (EDITADO)

Hola a todos.
Me gustaría ir subiendo más de seguido los fragmentos de Berkley Manor.
El fragmento de hoy continua con los recuerdos de sir Marcus. Espero que os guste.

                  Tenía que admitir que se sentía atraído por Kate. Su esposa era una mujer atractiva. Se lo habían dicho mucha gente. Y él se sentía orgulloso de lucirla. Algunas noches, se quedaba despierto. Y la miraba. La estrechaba contra su cuerpo. Las facciones de Kate estaban serenas. La besaba en la mejilla.
                 Tampoco estaba en casa cuando nació Melanie. Su mujer dio a luz mientras él estaba en la taberna emborrachándose. Regina fue la que se ocupó de todo mientras sir Marcus parecía haberse desentendido por completo de su mujer y de su hijo.
                      Cuando regresó a casa, Regina llevaba en brazos al pequeño Peter. Aún así, nada más ver a sir Marcus, le cruzó la cara de un bofetón.
-¿Dónde se había metido?-le espetó.
-¡He estado divirtiéndome!-contestó sir Marcus de malos modos.
-¡Hijo de perra! No ha estado en la casa para ver nacer a su hija.
-¿Mi hija? ¿Ya ha nacido el bebé?
                      Regina asintió. La criada se encargó de lavar a sir Marcus y de ponerle ropa limpia. Debía de estar adecentado para entrar a ver a Kate y a la recién nacida.
                      Entró en la habitación. La comadrona estaba cepillando el pelo de Kate. Llevaba puesto un camisón limpio. La comadrona la había ayudado a sentarse en la cama. Se la veía radiante y llevaba en brazos un bebé. Lo miraba con adoración.



                    Se percató de la presencia de su marido. Lo miró y le sonrió. Se la veía feliz. No le pedía más a la vida. Estaba casada con el hombre que amaba. Acababa de darle una hija. Y, para colmo, ya le había dado un hijo. ¿Qué más podía pedir? Nada...
-Marcus...-le llamó.
                    El hombre no pudo acercarse más a la cama y su frialdad le hizo daño a Kate.
                    Fue ella la que se encargó de ponerles nombres a sus hijos. A la niña la llamó Melanie Melinda. Un nombre que a sir Marcus le pareció ridículo. Los dos nombres significan mujer de piel morena. Lo había leído en un libro. Sin embargo, a Regina le pareció un nombre precioso.
-Después de todo, ha sido mi sobrina la que se ha encargado de todo-le recordó a sir Marcus.
                   Luego, vino el tercer embarazo.
                   Kate estaba destrozada tras la muerte de Peter.
                   Creía que el nuevo bebé tendría algo de Peter. Sería un niño. Tenía la sensación de que Peter iba a volver a la vida.
                  Sin embargo...
                   Sir Marcus no se preocupó por ella en todo su embarazo. No se sentía nada feliz ante la idea de ser padre.
                    Entonces, una tarde, Kate estaba cortando rosas en el jardín. De pronto, cuando la criada salió a buscarla para cenar, la encontró tirada en el suelo. Sin sentido...En medio de un charco de sangre...La criada entró corriendo de nuevo en casa. Estaba muy nerviosa. Tropezó con Regina.
-¿Qué ocurre?-le preguntó la mujer-¿A cuento de qué viene ese griterío?
-¡Señora!-respondió la criada-¡Es su sobrina! ¡Se ha desmayado!
-¿Qué? ¿Dónde está?
                  Sir Marcus no estaba en casa en el momento en el que un hombre que pasaba por allí se ofreció a ayudar a la inconsciente Kate. No estaba allí cuando aquel mismo hombre subió a la mujer desmayada a su habitación. Y la acostó sobre la cama. No estaba allí cuando Melanie presenció la escena. Y se preguntó qué le ocurría a su madre.
                 El médico tardó en llegar. Regina fue la que se dio cuenta de que Melanie estaba en un rincón, como asustada.
-Tu mamá no se encuentra bien, cariño-le explicó.
-¿Qué le pasa a mi mamá?-quiso saber Melanie.
                   Regina y ella se sentaron en el último escalón de la escalera.
                   No...Sir Marcus tampoco estuvo allí. No estuvo para consolar a su hija. No estuvo allí para acompañar a su mujer. Estaba lejos de casa. En Londres...Divirtiéndose.
-¿Se va a poner bien?-volvió a preguntar Melanie.
                  Los ojos de Regina se llenaron de lágrimas.
-Le pasa algo a tu mamá-le explicó-Y también le pasa algo a tu hermanito. Pero todo irá bien, pequeña. El médico ha venido y los está cuidando.
                 El desmayo...La sangre...Regina estaba muerta de miedo. Se puso a rezar por Kate.
-¡Quiero ver a mi mamá!-pidió Melanie-¡No quiero que esté mala! ¿Qué le puede pasar? ¡Va a tener un bebé! Y no quiero que le pase nada a mi hermanito, tita Reggie. ¿Por qué se han puesto malos los dos?
                Regina abrazó con fuerza a Melanie.
-No te preocupes por nada, cariño-le pidió-Tu mamá y tu hermanito se pondrán bien. Ya lo verás. Reza mucho por ellos.
                 Por desgracia, Kate perdió el bebé que esperaba. Y, cuando, al fin, salió el feto sin vida, Kate sufrió una hemorragia. Al médico le costó trabajo controlarla. Y Kate estuvo a punto de morir desangrada. A petición suya, el niño fue enterrado en la misma tumba donde descansaba Peter en el cementerio; el entierro se llevó a cabo de noche y sin estar el feto debidamente bautizado.
                  Al cabo de unos días, Melanie pudo entrar en la habitación de su madre para verla. Sir Marcus ya había regresado de Londres. Él y Regina se pusieron a discutir a viva voz en el salón. Melanie escuchó los gritos. Oyó a su tía abuela insultar a su padre. Al entrar en la habitación de su madre, la vio acostada en la cama y el médico estaba a su lado acompañándola.
                    Se arrojó en brazos de Kate.
-¡Mami!-exclamó-¿Ya estás bien?
                    Kate tenía los ojos hinchados de tanto llorar. Estaba muy débil. Aún así, sonrió al ver a su hija. Aún me quedas tú, pensó.
-Estoy un poco mejor, mi vida-contestó la mujer-Pero ha sido verte y ponerme mejorar todavía.
                   Melanie se sentó en la cama.
-¿Y mi hermanito?-preguntó-¿Cómo está mi hermanito?
                   Kate rompió a llorar. El médico obligó a Melanie a abandonar la habitación. Al salir al pasillo, la niña se encontró con Regina. La mujer estaba algo alterada tras haber discutido con sir Marcus. Al ver a Melanie, la abrazó con cariño.
-Cariño, ha pasado algo triste-le explicó-Tu hermanito no estaba bien. Y está ahora en el Cielo, junto con tu hermanito Peter. ¿Te acuerdas de Peter? Pero tu mamá está bien. Ahora, tus hermanitos son ángeles. Están en el Cielo. No puedes verlos. Los ángeles no se ven, Melly.



                  Sir Marcus no consoló a su mujer. No subió a verla. Simplemente, prefirió huir.
                  El saber que su marido no se preocupaba por ella destrozó a Kate.
                  Se daba cuenta de que sir Marcus nunca la había amado. Pero quiso seguir llevando puesta la venda que se había colocado tiempo atrás. Cuando se casó con él.
                  Todas las noches, lloraba hasta que el sueño la vencía. No quería comer. Regina era la encargada de obligarla a comer. Tenía que hacer algo por salvar a su sobrina. ¿No se daba cuenta de que tenía que vivir por su hija?
                   Sir Marcus lo supo.
                  Cada vez que pensaba en sus hijos, sentía cómo algo se clavaba en su pecho.
                 Se preguntó si Peter y su hijo no nato intercederían por él una vez muerto. Se preguntó si Peter querría verle de nuevo, después de haberle ignorado a lo largo de su corta vida.
                   No supo acompañar a Kate en su dolor. Fue Regina la que se encargó de cuidar a su esposa mientras él prefería huir. Se dedicó a beber. Se emborrachó para no pensar. No quería pensar en nada. Para él, nada de esto había ocurrido. Continuó con su estilo de vida disoluto. Sabía que, muy a su pesar, Kate seguiría recibiéndole.
                  Eso fue lo que pasó.
                  Al año siguiente, Kate volvió a estar embarazada. Y él volvió a alejarse de ella.
                  Volvía a estar en Londres cuando Kate se puso de parto. Y tuvo que ser nuevamente Regina la que se ocupó de todo. Por suerte, aquella vez, todo salió bien. Kate tuvo otra niña. Sir Marcus tardó tres días en viajar a la isla para conocer a su nueva hija. Tuvo que reconocer que era una niña preciosa. A Kate se la veía radiante con su nuevo retoño. Pero sir Marcus decidió que no valía la pena seguir con aquella farsa.
                   La niña se llamó Anne Jane. Y, cuando apenas tenía unas pocas semanas de vida, sir Marcus abandonó definitivamente a su familia.
                   Había perdido definitivamente la oportunidad de ser feliz al lado de su familia. Lo había estropeado todo por culpa de su egoísmo. De pronto, se veía muy solo.
                   Deseó poder ir a su casa y ver dormida a Kate una vez más. Deseó poder entrar en la habitación de Anne y arroparla con la manta.

                      Abandonó la posada una vez que se hubo vestido.
                      Comenzó a caminar y sus pasos lo llevaron hasta la casa en la que había vivido y de la que le habían echado aquella misma tarde. Tenía que hablar con Kate.
                      Saltó la verja del jardín. La puerta estaba cerrada. Permaneció un buen rato parado ante la fachada de la casa. Una parte de él quería volver a abrazar a Kate. Creía estar escuchando las risas de sus hijos. Podía ver el rostro inocente de Peter. Escuchaba la voz de Melanie llamándole y él no le hacía caso. Además, Kate estaba en aquella casa. Su hija Anne estaba en aquella casa. Tosió con fuerza.
                      Aún podía sentir la mano de Kate en su mano. ¡Qué poco la había valorado! Siempre menospreció a aquella bondadosa mujer que lo quería. Kate le había amado sinceramente. Cuando le cogía la mano. Cuando le miraba con adoración. Kate había sido la más fiel de las mujeres. Y él no había sabido corresponder a aquel amor infinito que su esposa le profesaba.
                   Cogió del suelo varias piedrecillas. Las tiró contra los cristales de la ventana de la habitación de Kate.
                   Vio que una luz se encendía y vio cómo una figura se acercaba a la ventana y la abría. Sir Marcus respiró aliviado al ver que se trataba de su esposa.
-Katie...-dijo-Tenemos que hablar. Baja.
-Dime lo que me tengas que decir desde ahí-le advirtió ella.
                   El corazón de Kate empezó a latir con rabia dentro de su pecho. ¿Qué estaba haciendo aquel loco allí? Se puso muy nerviosa.
-Quiero hablar contigo-empezó sir Marcus-Y quiero también hablar con las niñas. ¿Cuándo podré verlas? Tengo que pediros perdón.
-Marcus, en otro momento, me habría alegrado de verte-se sinceró Kate-Pero, ahora mismo, lo único que quiero es olvidarte. ¡Vete, por favor!
-Sé que me he portado muy mal contigo.
-¡Nos abandonaste! ¡Te olvidaste de nosotras!



-Sé que no tengo perdón.
-¡Yo te amaba, Marcus! ¡Te amaba por encima de todo! Me da asco sólo mirarte.
                    Se metió dentro. Cerró con rabia la ventana. Las lágrimas caían sin control sobre las mejillas de Kate.
                  Sir Marcus permaneció un largo rato parado ante la ventana de su mujer.
                  Kate había hablado en pasado.
                  Él mismo había matado el amor que ella había sentido. Sus constantes desprecios...El hecho de no haberse preocupado nunca por sus hijas. De haber obrado de otro modo, sir Marcus estaría dentro de aquella casa. Podría volver a dormir abrazado a su mujer en lugar de permanecer solo en mitad del jardín de noche.
                  ¡Qué triste es estar solo!, pensó.

3 comentarios:

  1. Hola, querida Laura. Me paso para saludarte, feliz de estar de vuelta y espero ponerme pronto al día con la historia, qué ganas.

    Besos.

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    1. Hola Aglaia.
      Como ya anuncio, me gustaría colgar más de seguido los fragmentos. Espero poder hacerlo.

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  2. Por fin pude volver a leer después de un tiempo, me gustó mucho este capítulo, Sir Marcus realmente tiene agallas para volver a implorar por el amor de su familia después de lo mal que se portó. Pero teniendo en cuenta el anterior comportamiento de Kate, se entiende que albergara alguna esperanza.
    Sigo.

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